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Los tres momentos históricos del arte según Hegel

 

 
Hegel establece un sistema de las artes basado en la división entre “artes plásticas” (arquitectura y escultura) y las “románticas” (la pintura, la música y la poesía).

Cada una de las artes alcanza su culmen en diferentes disciplinas. El arte simbólico lo alcanza en la arquitectura, el clásico en la escultura, el romántico en la pintura (aunque también en la música y la creación literaria y poética con Dante, Cervantes, Shakespeare y Goethe).

Las distintas disciplinas artísticas representan un momento de la evolución histórica del Espíritu absoluto o Idea. La arquitectura corresponde al comienzo del arte (el simbólico); la escultura, con la representación humana de la divinidad, corresponde al del arte clásico, mientras que la pintura, hecha de colores y de apariencias destinadas a expresar los sentimientos del sujeto, corresponde al arte romántico.

La poesía se encuentra en todas las épocas, pero los períodos que le son propicios son los períodos civilizados, porque la poesía es la forma más espiritual del arte, situada entre la intuición y el pensar. 



El arte simbólico

En el arte simbólico hay un “exceso” de idea (que no encuentra su adecuada expresión, su forma). Por eso busca su expresión en lo sublime. La Idea no alcanza a ser captada o encerrada en la forma.

El Dios de los judíos, por su propia grandeza, no puede ser representado en términos humanos ni, por consiguiente, artísticos. Por eso el hebraísmo es “sublime” y, por tanto, simbólico; el cristianismo, romántico; el paganismo greco-latino, clásico.
 
 
 
Hegel distingue tres momentos en el arte simbólico: 
  • El primero es el de la religión de los parsi, grupo descendiente de los persas que practicaban la religión de Zoroastro o Zarathustra. Los cuales buscaban lo Absoluto en la naturaleza, motivo por el cual ésta pasaba a tener un carácter divino. No había separación entre forma y contenido. No había representación. Lo exterior y lo interior coincidían en este primer panteísmo de Oriente. 
  • El segundo es el brahmanismo hindú. Todo en el universo es una manifestación del Brahma (principio impersonal, alma del mundo, origen y fundamento de todas las cosas. Es irrepresentable y para invocarlo se emplea la palabra sagrada Om). Las personificaciones en animales o en brahmanes no son símbolos de lo divino sino lo divino mismo. Forma y contenido se identifican. 
  • El tercero es el correspondiente a las representaciones y cultos de los egipcios. Este corresponde al momento propiamente simbólico ejemplificado en las pirámides. Ellas muestran un exterior visible que no se identifica sino que se remite a algo trascendente: la vida más allá de la muerte. 

 


El arte clásico

El clásico es el momento que logra la más acabada representación de lo Absoluto. Logra la perfecta correspondencia entre la Idea y su forma, por eso cumple el ideal hegeliano. 




Los dioses griegos fueron concebidos a imagen y semejanza del hombre, se “humanizan”; son perfectamente representables. Tienen una imagen precisa. Homero los describe en sus más mínimos detalles, tanto físico y morales. Al igual que lo hace la estatuaria griega (ejemplo: la diosa Atenea, la Atenea Partenos de Fidias, representada y presentada en una escultura monumental de 12 metros que se encontraba al interior del Partenón).

Al ser la idea de Dios concreta, es posible lograr la perfecta correspondencia entre lo interior y lo exterior. Todos en la Grecia clásica podían reconocer la misma presencia divina en la obra de Fidias porque en ella lo sagrado se abría como sagrado y el Dios (la Diosa), se hacía patente en su presencia (Heidegger). Es evidente que esta experiencia de plenitud de lo sagrado ha desaparecido hoy en día del arte.

 

El arte romántico

Se trata de un largo período de la vida artística que comienza con la Edad Media, con el arte cristiano.

Si bien Cristo es más real que cualquier dios griego en cuanto encarnado (Dios mismo se ha hecho carne, ha nacido, vivido, sufrido, muerto y resucitado), no sucede lo mismo con Dios-Padre, ni con el Espíritu Santo. De allí que su representación promueva interpretaciones subjetivas, contingentes. 
 

Se da una subjetivación del contenido. Hay un “exceso” de sujeto (que supera a la Idea). El gran problema del arte romántico será su incomunicabilidad. Con la forma romántica, el arte no logra imponerse como Verdad, y, de esta manera, no llega a cumplir con su “finalidad suprema”. Lo Absoluto es desplazado por lo cotidiano, lo accidental, lo banal. Los temas sagrados son reemplazados por lo banal. Los temas sagrados son reemplazados por otros más prosaicos.

El desarrollo del arte romántico lleva al después del arte, momento de la decadencia, del capricho, de la subjetividad extrema. (Oliveras, 2004, p.222).

 

Referencias

Hegel, G.W.F. (1989). Las lecciones sobre la estética. Madrid: Akal.

Oliveras, E. (2004). Estética. La cuestión del arte. Buenos Aires, Ariel.

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