El
deconstructivismo, también llamado deconstrucción, es un movimiento arquitectónico
que nació a finales de la década de 80s.
Se caracteriza por: la fragmentación, el proceso de diseño no lineal, el interés por la manipulación de las ideas de la superficie de las estructuras y, de la geometría no euclideana, (por ejemplo, formas no rectilíneas) que se emplean para distorsionar y dislocar algunos de los principios elementales de la arquitectura como la estructura y la forma envolvente del edificio. (Cfr. “Deconstructivismo”, en: http://es.wikipedia.org/wiki/Deconstructivismo)
Se caracteriza por: la fragmentación, el proceso de diseño no lineal, el interés por la manipulación de las ideas de la superficie de las estructuras y, de la geometría no euclideana, (por ejemplo, formas no rectilíneas) que se emplean para distorsionar y dislocar algunos de los principios elementales de la arquitectura como la estructura y la forma envolvente del edificio. (Cfr. “Deconstructivismo”, en: http://es.wikipedia.org/wiki/Deconstructivismo)
El Museo Guggenheim de Bilbao de Frank Gehry |
Al abordar la deconstrucción, es ineludible hacer referencia a los planteamientos filosóficos de Jacques Derrida (1930-2004), sobre todo en lo que tiene que ver con el análisis textual, las estrategias de lectura y la consiguiente composición y des-composición de un texto, lo cual puede ser equiparable a la manera como el deconstructivismo arquitectónico pretende desmontar una tradición, pero tomando distancia de la manera como los pioneros de la arquitectura moderna, a comienzos del siglo XX, lo intentaron hacer partiendo -según su intención- desde cero.
En términos generales la deconstrucción
se ubica en el campo epistémico que supone el paso del estructuralismo al
postestructuralismo. Es decir, en el paso que se da de los métodos
estructurales del análisis del texto a otros más heterogéneos, menos rígidos en
términos metodológicos. Esto último teniendo en cuenta que los modelos
estructuralistas de análisis del texto pretendían ser precisos, más rígidos,
más obligatorios porque ellos hacían parte de un sistema que centraba en la
lógica y el sistema logocéntrico al darle una mayor importancia a la lengua
hablada que a la escritura, y trataban al texto como una realización concreta
de estructuras abstractas.
Por
el contrario, la “esencia” de la estrategia deconstructivista es la
demostración de la autocontradicción textual que permite detectar los errores
lógicos en la argumentación de un oponente en las que las contradicciones
puestas de manifiesto revelan una incompatibilidad subyacente entre lo que el
escritor cree argumentar y lo que el texto dice realmente. Este divorcio entre
la intención del autor y el significado del texto es la clave de la
deconstrucción postestructuralista. Con ello, se desarrolla una técnica que pretende
restituir el valor fundamental del texto, eliminando muchas de las cadenas, las
ataduras, que el discurso escrito encierra a la reflexión filosófica.
A
través de la “lógica paradójica”, propia de la deconstrucción, se desmonta el
sentido tradicional del texto, a la vez que se arma uno nuevo, entre otros
muchos otros posibles. Y tal método es la “condición de posibilidad” que
permite la interpretación irónica y libre del texto, del juego metalingüístico
que permite jugar con la pluralidad de sentidos de un mismo término y no pensar
sobre el resultado final de este juego. Es la garantía de lograr un pensamiento
que está más allá de la lógica, a través de un pensamiento independiente y
libre de los diversos dogmas de las “narrativas modernas” que predeterminan
nuestra conciencia.
Por
consiguiente, podemos afirmar -en un sentido general- que la deconstrucción
constituye una manera crítica de mirar la realidad ya que cuestiona el sistema de
“los valores metafísicos falsos” del denominado “proyecto moderno”, los cuales
–según Derrida- se relacionan con el comienzo mismo de la filosofía y que
recorren toda su historia bajo el término “metafísica” y que son cuestionados
en su legitimidad por basarse en el logofonocentrismo como estructura
predominante.
Además
de esta cercanía filosófica, algunas corrientes del arte moderno han ejercido también una gran influencia en el deconstructivismo
arquitectónico, entre ellas cabe mencionar: el constructivismo ruso, el cubismo y el minimalismo.
UFA Palace Crystal de Dresden, Alemania. |
En el caso del constructivismo ruso se trata de la abstraccion geométrica de sus diseños arquitectónicos, prototipos y maquetas y en el caso del cubismo analítico tiene que ver con las formas y el contenido visual diseccionado de los cuadros cubistas de comienzos del siglo XX, los cuales presentaban diferentes perspectivas de un mismo objeto de manera simultánea, tal como sucede con los edificios deconstructivistas. Esta sincronía del espacio disjunto es evidente en muchas obras de Frank Gehry y Bernard Tschumi, por ejemplo.
Parc de La Villette en París de Bernard Tschumi. |
El deconstructivismo también comparte con el
minimalismo una ausencia de referencias culturales y una marcada tendencia de una cierta austeridad en sus diseños, que guardan cierta semejanza con las propuestas y nociones minimalistas de gran parte del arte
conceptual del siglo XX.
El Imperial War Museum de Daniel Libeskind en Manchester, Inglaterra. |
Por: Rodolfo Wenger C.