“El nuestro es un tiempo de transformaciones profundas, de movimientos tectónicos que afectan a la totalidad de los modos de organizarse el mundo, al dominio categorial que articula nuestras capacidades de comprenderlo y habitarlo. Si se quiere, la crítica tiene que ver con el desajuste que se vive entre esos procesos de cambio tremendo, profundo, y la inmovilidad mantenida en las arquitecturas institucionalizadas del discurso”
José Luis
Brea
Según José
Luis Brea (1957-2010), hoy en día la cultura mira menos hacia su pasado que
hacia el procesamiento de los datos del presente y su
proyección hacia el futuro. Lo cual implica que la cultura no sólo tiene que
ver con la conservación de los patrimonios y los saberes acumulados a lo largo
del tiempo y de la historia, sino más bien hacia la ‘gestión heurística de
nuevo conocimiento’.
Por
consiguiente, el concepto de ‘cultura’ ha cambiado. Ya no puede seguir
siendo definida como una herramienta de almacenamiento y ‘consignación’
patrimonial o archivística, sino más bien en términos de dinámica, proceso y
arquitectura, relacional, herramienta de interacción y principio de la acción comunicativa (Brea,
2007: 15).
Esto,
porque para el recientemente desaparecido teórico y crítico español, lo que
llamamos cultura no es sino un cierto régimen generalizado de la
representación; una formación sistémica que articula y condiciona los órdenes
discursivos, visuales y semiológicos; y, que puede -en su integridad- asumirse
por la manera cómo operan en él los distintos dispositivos de memoria que lo
caracterizan.
Para
Brea lo que diferencia una cultura de otra o a un régimen cultural de otro son las
características técnicas que identifican a sus ‘dispositivos-memoria’. Por
tanto, el
término cultura_RAM, implica que la
cultura está dejando de comportarse como una memoria de archivo, de disco duro,
o memoria ROM, para hacerlo más bien como una memoria de procesamiento, de
interconexión de datos –y sujetos- de conocimiento, una memoria RAM (Ibíd. p. 14). [1]
Continuando
con esta analogía, Brea señala que la cultura_RAM se opone a la cultura_ROM,
centrada en el docu-monumento, porque
es sustituida en la cultura RAM por dispositivos de memoria en red, en los
cuales la información y los datos son permanentemente actualizados: “el saber
ya no consiste en rememorar el pasado sino en la simultaneidad del presente y
el atisbo del futuro”.
Esta
cultura_RAM se ha hecho posible gracias a las nuevas modalidades técnicas de
almacenamiento y gestión de la información, que han surgido con el vertiginoso
desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación
(NTIC).
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Kosmur, Assembler. (Foto manipulación, arte digital) |
La economía
ROM giraba en torno al objeto mercancía mientras que la economía RAM se
fundamenta en la producción cultural, inmaterial. Con ello, también se modifica
el modo en que se forman las identidades subjetivas: antes individualistas,
ahora colectivas y distribuidas.
Es así que en
un escenario económico radicalmente liberal e individualista irrumpen de forma
imparable formas de economía colaborativas como la construcción colectiva del
sistema operativo Linux, por ejemplo.
Esta nueva
forma de la cultura plantea un conflicto irresoluble entre una economía que
exige la libre distribución y una concepción liberal de la propiedad. Porque aunque
se esté dando una nueva condición del saber, una nueva forma cultural en la que
cambian los regímenes de subjetivación, las maneras del darse el sujeto, que ya
no solamente son individuales sino también colectivas, y en donde la
economía en estas nuevas circunstancias se articula bajo nuevas condiciones; toda
la regulación del orden jurídico -y en particular la que afecta a la de la
propiedad- sigue estructurada bajo los parámetros de la propiedad privada
prefigurados por una concepción y experiencia de las formas de sujeción
dominantemente individualistas; una concepción y experiencia que la puesta en
eficacia de los nuevos modos de organización de la economía y las formas
efectuales de la producción y puesta en circulación pública de las ideas y
formaciones simbólicas tiende cada vez más a dejar en desuso, a poner en
cuestión. (Ibíd. pp. 28-29).
El retraso en
la puesta en marcha de todas las tecnologías de ‘digitalización cultural’ es la
táctica que la industria cultural ha adoptado hasta averiguar el modo en que
pueda detener esos ‘rizomas de intercambio cooperativo’.
Y es que a
pesar de sus prometedoras posibilidades, el capitalismo
cultural electrónico no sólo presenta un rostro libertario sino que también
abre la posibilidad de que se pueda convertir en una estructura alienante. Bajo
el disfraz de su aparente expresión de: colectividad, humanidad y solidaridad,
se puede esconder un perfecto mecanismo de manipulación de masas.
Por: Rodolfo Wenger C.
[1] La
memoria RAM es aquella en donde se almacenan los datos mientras esté encendido
el dispositivo, pero que se borra apenas lo apagamos, a diferencia de los datos
que se almacenan en el disco duro o memoria ROM.
Los sistemas de almacenamiento se estructuran como
medios de interconexión que ponen en relación distribuida la totalidad posible
de los contenidos de conocimiento que en las innumerables terminaciones
nerviosas de esa red cuasi infinita red que es Internet constituyen no sólo el
origen indagador de nuestras búsquedas e intereses, sino también su propio
objeto final. A uno y otro lado de esos túneles interminables y sus laberintos
cruzados, nuestras máquinas memorias de archivo se constituyen en ‘memorias de
red’.
Referencias
Brea, José Luis (2007) Cultura_RAM.
Mutaciones de la cultura en la era de su distribución electrónica.
Barcelona: Gedisa.