Por
considerar que la semiótica puede ser muy útil para abordar temáticas y
problemáticas estéticas, en este blog vamos a desarrollar -en algunas ocasiones- algunos tópicos relacionados con esta disciplina.
Según un
enfoque biológico o zoo-semiótico [1],
la semiótica se encarga de estudiar cualquier intercambio de mensajes, es
decir, se encarga de estudiar la comunicación haciendo énfasis en la
significación que se produce en la semiosis o acción simbólica.
Se trata de
un conjunto bastante amplio de fenómenos que puede incluir procesos tan
diversos como, por ejemplo: el intercambio de mensajes entre células o entre cualquier tipo
de ser vivo; las formas de comunicación que utilizamos en nuestra vida
cotidiana; la transmisión de información entre computadoras o la utilización de
los múltiples sistemas simbólicos que son empleados para comunicar abstracciones,
entre muchísimos otros procesos comunicativos.
En el caso de
intercambio de información biológica, hay que tener en cuenta que nuestros
cuerpos mismos son un conjunto complejo de células, aproximadamente cien
billones (1014), unidas entre sí a través de un incesante flujo
vital de mensajes. El código genético gobierna el intercambio de mensajes en
el nivel celular: las hormonas y los neurotransmisores actúan
como mediadores entre los órganos y entre ellos mismos (el sistema
inmunológico de defensa y el sistema nervioso central están íntimamente
entrelazados mediante un doble flujo de doble vertiente); también una variedad
de mensajes verbales y no verbales conectan entre sí organismos en una
red relaciones así como con el resto de su entorno.[2]
Sin embargo, es
importante aclarar que la semiosis o
acción simbólica, objeto de estudio de la semiótica, no versa sobre lo que
sería el "mundo real", sino sobre los distintos "modelos"
que construimos para relacionamos con él; se trata de un infinito número de
mundos posibles -a la manera de Leibniz- generados por el ser humano a partir
de los signos que se construyen en un determinado contexto sociocultural.[3]
El ser humano
como ser eminentemente cultural, está condenado al significado en tanto nos
movemos siempre en un horizonte de sentido, es decir, en un determinado
contexto dentro del cual damos significado a las cosas. No existe una mirada
neutral o ingenua. No existe un contacto directo con la REALIDAD en mayúsculas,
sin intermediación sígnica.
El
psicoanalista Jacques Lacan al señalar que "lo real no existe" dejó
perplejos a muchos de sus oyentes en uno de sus seminarios, porque los
confrontó radicalmente con el hecho de que no existe nada que no nos sea
conocido por medio de signos. Las cosas de la exterioridad, no se remiten sin
más a una corporeidad, sino que implican una elaboración, una construcción por
medio de signos. El hombre no se enfrenta a "lo
real", a la realidad en bruto, sino por medio de imágenes del
mundo: ritos, palabras, significados artísticos y míticos, es decir,
signos.[4]
De esta manera, podemos afirmar que la
experiencia de todo ser humano, para ser asumida y aprehendida, debe primero
ser remojada en el caldo de los sistemas sígnicos que le dan su consistencia de
significación y sentido, porque en todas nuestras vivencias nos encontramos atrapados
en sutiles tejidos simbólicos construidos a lo largo de nuestra experiencia
histórica por medio de: prácticas culturales y educativas, lenguajes
y acciones comunicativas, los cuales determinan nuestras acciones, percepciones
y valoraciones.
A nivel de
teoría del conocimiento, el enfoque que acabamos de plantear, por defender la
tesis de que todas las propiedades, atributos o características de todo lo que existe dependen del sistema de
signos, representaciones o interpretaciones
a través de las cuales
adquieren significado, podríamos caracterizarlo como "idealismo
semiótico".[5]
Con esto asumimos que existe una
conexión intrínseca entre el cuerpo, la mente y la cultura, y que el proceso
que une estas tres dimensiones de la existencia humana es la semiosis definida como: la
producción e interpretación de los signos, siendo el sistema más complejo y
completo de signos propio del ser humano el lenguaje verbal.
Hacemos
énfasis en el lenguaje verbal, nuestro medio de comunicación por excelencia
conformado por signos verbales; pero, ¿qué es un signo como unidad primera de
significación?
El signo
puede ser asumido en términos generales como algo que está en lugar de
algo. El signo puede ser considerado -de acuerdo con una fórmula medieval- como
algo que está para alguien por otra cosa, dependiendo de su capacidad. Según el
famoso filósofo y semiólogo norteamericano Charles
Sanders Peirce (1839-1914), la definición de signo puede volverse más compleja, porque para
él, el signo no sólo es sustitución, sino que también es interpretación en
tanto su planteamiento explicita que para que se dé la semiosis son necesarias
tres condiciones: "Un signo representa algo para la idea que produce o
modifica. Aquello que representa se llama su objeto; aquello que transmite se
llama su significado y la idea a que da origen es su interpretante". El
interpretante no es la persona que interpreta el signo, sino otra fase del
signo; otra interpretación referida al mismo objeto. Esto le da una dimensión hermenéutica
y social al signo, dado que implica que no es posible comunicamos sin interpretamos.
La interpretación se da incluso desde el signo como unidad primera de
significación, tal como lo plantea Peirce: "la palabra o signo que
utilizan los seres humanos, son los mismos seres humanos..., así mi lengua es
la suma total de mí mismo, puesto que el hombre es el pensamiento".[6]
Al abordar la
semiosis se considera que los componentes primarios de este proceso
mental, son: el signo (una imagen representativa o icono, una señal, una
palabra, etc.) el objeto referido (que puede ser concreto o abstracto) y
el significado que resulta cuando el signo y el objeto se unen por
asociación.
Por: Rodolfo Wenger C.
[1] Cfr. WENGER. Rodolfo.
(2000).“Imágenes, signos y nuevos lenguajes en
la educación”.
En Revista: Investigación educativa y
formación docente. Año 1, No 1. Bogotá, mayo de 1999. Universidad El Bosque
–Facultad
de Educación. ISSN 0123-6156. pp. 37-52. Apud. SEBEOK, Thomas A.
(1996). Signos: una introducción a la semiótica.
Barcelona: Paidós.
[2] SEBEOK, Thomas A. (1996). Signos: una introducción a la semiótica. Op. cit., p.20.
[3] Ibid.p.23.
[2] SEBEOK, Thomas A. (1996). Signos: una introducción a la semiótica. Op. cit., p.20.
[3] Ibid.p.23.