El
filósofo surcoreano-alemán y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín,
Byung-Chul Han (Seúl, 1959), en su libro La
salvación de lo bello (2015), señala que nuestra época se caracteriza por
la categoría de «lo pulido», porque ella encarna de manera ejemplar lo que él denomina
es la actual sociedad positiva que
nos caracteriza a nivel global. Se trata de una sociedad que es un «infierno de
lo igual», en la que todos tendemos a parecernos. Además, es una sociedad sin
Eros, porque el amor sólo puede surgir en una relación empática donde se
reconoce al otro y se le acepta; donde se pueda asumir la diferencia, lo que
nos confronta, nos exige; y no, en una sociedad donde tendemos a aislarnos en
una actitud hedonista y autocomplaciente.
Las características
principales de lo pulido son la falta
de resistencia y la capacidad para siempre amoldarse a toda circunstancia. No
daña, ni ofrece oposición; más bien lo que busca es la aceptación y la
complacencia. Un ejemplo son los «me gusta» (los likes) que tanto buscamos de los demás cuando publicamos nuestras
imágenes, nuestros datos y/o nuestra información en las redes sociales. De esta
manera «positiva», los aspectos negativos en la comunicación «pulida» se
eliminan porque representan obstáculos para un intercambio fluido y acelerado
que sólo se limita a elogios mutuos, complacencias y «cosas positivas».
Los
ejemplos que B.-Ch. Han coloca respecto a la estética de lo pulido son los smartphones, la depilación a la
brasilera y las esculturas de Jeff Koons. Sobre todo, este último ejemplo es el
que más se ajusta a lo que él define como lo pulido en términos hedonistas,
porque el arte de Koons busca «abrazar» al espectador e invita al tacto:
El arte de Jeff Koons ejerce una sacralización de lo pulido e impecable. Él escenifica una religión de lo pulido, de lo banal; es más, una religión del consumo, al precio de que toda negatividad debe quedar eliminada. (p.17).
El mundo
de lo pulido de las esculturas de Jeff Koons es el mundo del hedonismo: « […]
un arte de las superficies pulidas e impecables y de efecto inmediato. No
ofrece nada que interpretar, que descifrar ni que pensar. Es un arte del “me
gusta”.» (p.12).
Tulipanes, escultura de Jeff Koons en el museo Guggenheim de Bilbao. |
Y es que,
en general, lo pulido anula la negatividad y la distancia. En el caso de las
esculturas de J. Koons, lo único que espera que haga el espectador de su obra,
sea el de un «Wow!», sin buscar ningún tipo de interpretación, ningún juicio,
ningún pensamiento. (Han, 2015, p.12). «Sus esculturas tienen la pulidez del
espejo, de tal modo que el observador puede verse reflejado en ellas.»(p.15).
El artista Jeff Koons delante de su obra. |
Una escultura Balloon Dog de Jeff Koons. |
Lo
pulido se opone a lo bello, lo imposibilita, porque anula la distancia
necesaria que requiere la contemplación, se queda en una simple experiencia
hedonista, de pura positividad, sin negatividad, sin posibilidad de conmoción o
vulneración. En el encuentro con las esculturas de Jeff Koons el espectador
puede reflejarse en ellas, porque tienen la
pulidez del espejo.
Pero no
sólo lo bello se vuelve pulido sino también lo feo porque pierde la negatividad
de lo diabólico, de lo siniestro y de lo terrible, para terminar convirtiéndose
en una fórmula de consumo y disfrute. Hoy en día la industria del
entretenimiento explota lo feo y lo asqueroso. Lo hace consumible. (Cfr. pp.19-20).
Lo mismo
sucede con lo sexual y la depilación que deja el cuerpo pulido, y que encarna el ideal actual de higiene, pero que excluye
la esencia del erotismo que es el ensuciamiento (según Bataille). El erotismo
sucio deja paso a la pornografía limpia:
«Precisamente la piel depilada otorga al cuerpo una pulidez pornográfica que se
percibe como pura y limpia.» (p.21).
A la luz
de esta «razón higiénica» todo secreto y toda ambivalencia se perciben como
sucios. De esta manera los datos tienen algo de pornográfico y obsceno, al
hacer todo visible, al entregarse a una «visibilidad total», al insertarse en
flujos pulidos de información y datos. (Cfr.
p. 22). Con este dataísmo, las
acciones se hacen transparentes en la medida en que son transaccionales, es decir,
en tanto se someten a lo calculable y controlable, se hacen pulidas. La comunicación se hace lisa,
se convierte en un intercambio sin fricciones de informaciones: «La positividad
de lo pulido acelera los circuitos de información, de comunicación y de capital.» (p.23), sin apenas encontrar la resistencia que viene de la otredad, de la negatividad, de lo
distinto y extraño.
Por: Rodolfo
Wenger C.
Referencias
Han,
B.-Ch. (2015). La salvación de lo bello.
Barcelona: Herder.