Jean-Luc Nancy |
En su obra Corpus de 1992, Jean-Luc Nancy (Burdeos, 26 de julio de 1940) propone una filosofía del cuerpo que intenta eliminar la distancia entre la escritura y el sujeto que se inscribe en ella, proponiendo así nuevos términos y una nueva concepción ontológica del cuerpo.
Nancy asume el cuerpo en su morfología y organización, esto es, como una suma, como un corpus sustrayéndolo así del horizonte bio–teleológico del organismo para entregarlo al horizonte del acontecimiento, lo cual implica dejar de pensar en un cuerpo organizado sobre la base de una finalidad separada de sí mismo, ya sea que le trascienda o le anteceda. Ya no se podrá hablar de finalidades en función de un cuerpo post–orgánico o in–orgánico que se encuentra direccionado a un fin trascendente, sino que lo que acontece, sucede como evento determinado en sí mismo. El cuerpo es un objeto dado a un pensamiento finito. De allí la afirmación fundamental de Nancy: “No tenemos un cuerpo, sino que somos un cuerpo” (Cfr. Vásquez Rocca, 2008).
El concepto de cuerpo de J-L. Nancy se contrapone a la concepción platónica del cuerpo como cárcel o receptáculo del alma. La idea e imagen de un contenedor da paso a una metáfora de la deconstrucción orgánica -en este caso del texto, a través de la cual Nancy no quiere escribir del o sobre el cuerpo, sino quiere escribir e inscribir el cuerpo: “Que se escriba, no del cuerpo, sino el cuerpo mismo. No los signos, las imágenes, las cifras del cuerpo, sino solamente el cuerpo […]” (Nancy, 2003: 13).
“Escribir toca el cuerpo por esencia”. (Nancy, 2003: 14). Escribir el cuerpo significa hacer inscripciones sobre él, tocarlo y esculpirlo con el pensamiento, desarrollar una somato-grafía, para hacer que el cuerpo mismo sea leído. “Hay, en conclusión, casi una promesa de callar. Y no tanto de callar a propósito del cuerpo, sino más bien de callar al cuerpo, sustrayéndolo materialmente a las improntas significantes, aquí, directamente, en la página escrita y leída” (Ibíd.). Es una tentativa de comunicar el cuerpo sin significarlo, de plasmar el texto siguiendo las formas de la carne. La escritura apropiada del cuerpo se posiciona sobre el límite que separa el pensamiento desde el cuerpo, del cual el lenguaje toca su indecible alteridad. Más que de alcanzar la escritura, se trata de alcanzar su límite: “La escritura tiene su lugar en el límite (…). A la escritura le corresponde sólo tocar al cuerpo con lo incorpóreo del sentido y de convertir, entonces, lo incorpóreo en tocante y el sentido en un toque (…). La escritura llega a los cuerpos según el límite absoluto que separa el sentido de ella, de la piel y los nervios de ellos. Nada pasa, y es exactamente allí que se toca” (Ibíd.).
Nancy asume el cuerpo en su morfología y organización, esto es, como una suma, como un corpus sustrayéndolo así del horizonte bio–teleológico del organismo para entregarlo al horizonte del acontecimiento, lo cual implica dejar de pensar en un cuerpo organizado sobre la base de una finalidad separada de sí mismo, ya sea que le trascienda o le anteceda. Ya no se podrá hablar de finalidades en función de un cuerpo post–orgánico o in–orgánico que se encuentra direccionado a un fin trascendente, sino que lo que acontece, sucede como evento determinado en sí mismo. El cuerpo es un objeto dado a un pensamiento finito. De allí la afirmación fundamental de Nancy: “No tenemos un cuerpo, sino que somos un cuerpo” (Cfr. Vásquez Rocca, 2008).
El concepto de cuerpo de J-L. Nancy se contrapone a la concepción platónica del cuerpo como cárcel o receptáculo del alma. La idea e imagen de un contenedor da paso a una metáfora de la deconstrucción orgánica -en este caso del texto, a través de la cual Nancy no quiere escribir del o sobre el cuerpo, sino quiere escribir e inscribir el cuerpo: “Que se escriba, no del cuerpo, sino el cuerpo mismo. No los signos, las imágenes, las cifras del cuerpo, sino solamente el cuerpo […]” (Nancy, 2003: 13).
“Escribir toca el cuerpo por esencia”. (Nancy, 2003: 14). Escribir el cuerpo significa hacer inscripciones sobre él, tocarlo y esculpirlo con el pensamiento, desarrollar una somato-grafía, para hacer que el cuerpo mismo sea leído. “Hay, en conclusión, casi una promesa de callar. Y no tanto de callar a propósito del cuerpo, sino más bien de callar al cuerpo, sustrayéndolo materialmente a las improntas significantes, aquí, directamente, en la página escrita y leída” (Ibíd.). Es una tentativa de comunicar el cuerpo sin significarlo, de plasmar el texto siguiendo las formas de la carne. La escritura apropiada del cuerpo se posiciona sobre el límite que separa el pensamiento desde el cuerpo, del cual el lenguaje toca su indecible alteridad. Más que de alcanzar la escritura, se trata de alcanzar su límite: “La escritura tiene su lugar en el límite (…). A la escritura le corresponde sólo tocar al cuerpo con lo incorpóreo del sentido y de convertir, entonces, lo incorpóreo en tocante y el sentido en un toque (…). La escritura llega a los cuerpos según el límite absoluto que separa el sentido de ella, de la piel y los nervios de ellos. Nada pasa, y es exactamente allí que se toca” (Ibíd.).
La escritura apropiada del cuerpo se posiciona sobre el límite que separa el pensamiento desde el cuerpo, del cual el lenguaje toca su indecible alteridad. Más que en la escritura, en su límite, en su punto extremo, en la extremidad de la escritura. “La escritura tiene su lugar en el límite (...). A la escritura le corresponde sólo tocar al cuerpo con lo incorpóreo del sentido y de convertir, entonces, lo incorpóreo en tocante y el sentido en un toque (...). La escritura llega a los cuerpos según el límite absoluto que separa el sentido de ella, de la piel y los nervios de ellos. Nada pasa, y es exactamente allí que se toca” (Ibíd.).
Escena de la película Escrito en el cuerpo (The Pillow Book) de Peter Greenaway, 1996. |
El cuerpo es un límite porque este es aquella zona neutra en la cual lo conocido desemboca en lo otro respecto de sí. La línea de separación es el único lugar desde el cual el lenguaje toca lo indescriptible, y desde el cual el pensamiento puede, en una intuición fugaz, tocar el cuerpo, dejándolo en lo que es, pura alteridad.
La idea de cuerpo que surge, es esa de lugar de abertura del ser, lugar de existencia. El lugar es un espacio abierto, indefinido, a–céfalo y a–fálico, a– estructural, que recibe la propia estructura por el pensamiento que cada vez lo piensa. La característica de un cuerpo es el de ser una exterioridad no pensable en sí misma, ni pensante, una alteridad que pesa fuera del pensamiento y que lo fuerza a calibrar alrededor de sí misma el propio movimiento, porque más allá de él no hay nada. Así como la piel que nos recubre es el umbral en el cual sucede nuestra exposición al exterior, sobre el cual se conectan y se cruzan las diferentes “estesias”, por medio de las cuales nos tocamos y entramos en contacto. El cuerpo es el ser aquí y ahora, es la exposición de la existencia, la superficie. Cada zona del cuerpo tiene en sí misma el valor de lugar de exposición del ser, sin algún telos extrínseco. El cuerpo es la exposición finita de la existencia que en eso se vuelve evidencia. Si para Descartes la verdad del pensamiento es la única clara y distinta, para Nancy la única verdad es la evidencia sensible aquí y ahora de este cuerpo, de esta materia, sin jerarquías, en cada uno de sus lugares.
El conocimiento del, y por medio del, cuerpo nunca es total y absoluto, sino modal y fragmentado, y la forma del discurso que mejor lleva tal saber es la de un 'Corpus', justamente, una cartografía, un elenco de las zonas del cuerpo que ofrece un conjunto de acercamientos, mostrando todo lo que puede ser para nuestra exploración sin programa ni prejuicio. Lo que importa en Corpus no es el todo orgánico, sino las partes constitutivas y sus posibles, en cuanto múltiples, relaciones. Fragmentación, suspensión e interrupción, se convierten para Nancy en importantes características de dicho texto, porque cada parte tiene el mismo valor, y es un lugar de encuentro con la presencia del cuerpo, y por consiguiente con el ser.
Por: Rodolfo Wenger C.
Referencias
NANCY, Jean-Luc (2003). Corpus. Madrid: Arena Libros.
VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo. (2008).”Las metáforas del cuerpo en la filosofía de Jean-Luc Nancy. Nueva carne, cuerpo sin órganos y escatología de la enfermedad”. En: Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. No. 18, 2008-2. Publicación electrónica de la Universidad Complutense.
WENGER, Rodolfo. “Pensar el cuerpo ‘posthumano’ en el arte y la filosofía”. (Texto inédito).