Gilles Deleuze (1925-1995). |
La filosofía -según Deleuze- pretende decir lo indecible, pensar lo no pensado. Se trata indudablemente de una actividad de por sí angustiante, porque, para este filósofo 'posnietzscheano', el hacer filosofía implica que se esté siempre en el borde de lo pensable, de lo decible y del lenguaje mismo. De ahí que para él los conceptos son ante todo herramientas de trabajo para el pensamiento, y que su creación obedece a una necesidad: la de poder llegar a pensar cosas que necesitan ser pensadas. Por consiguiente, existe en la filosofía una pedagogía del concepto, en tanto que todo concepto nos remite a un problema y/o problemas sin los cuales no tendrían sentido, y que -a su vez- son comprendidos únicamente en tanto son solucionados.
Un libro de filosofía debe ser, por un lado, una especie muy particular de novela policíaca y, por otro lado, una especie de novela de ciencia ficción. Por novela policíaca queremos entender que los conceptos deben intervenir, desde un ámbito presencial, para resolver una situación localizada (..) ciencia ficción, también en otro sentido, donde las debilidades se delatan. ¿Cómo hacer para no escribir sino sobre lo que no se conoce, o se conoce mal? A este respecto es preciso imaginar que se tiene algo que decir. Sólo se escribe en el límite del propio saber, en ese límite extremo que separa nuestro saber de nuestra ignorancia, y que conduce de uno a otra. Sólo de esta manera llega uno a decidirse a escribir. (DELEUZE, 1988: 33).
En la perspectiva de Deleuze, los conceptos no son universales, son locales, son creados para una circunstancia concreta, una ocasión. Los conceptos deben poder lograr un efecto de relevo entre la teoría y la práctica para ser capaces de afectar la vida, además han de ser vectoriales en tanto implican una cierta manera de circular en el espacio y en el tiempo. Los conceptos son vectores para pensar, aunque también poseen cualidades nómades ya que viajan hacia otros campos del saber, viven aventuras, adquieren flexibilidad al relacionarse con el arte, al visitar una película, una obra literaria, etc. Esto implica al mismo tiempo un cambio en la manera de cómo se escribe filosofía:
La búsqueda de nuevos medios de expresión filosófica dio comienzo con Nietzsche, y debe proseguirse hoy en relación con la renovación de otras artes, como por ejemplo, el teatro o el cine. (DELEUZE, 1988: 35).
Por su 'naturaleza' el concepto es un incorporal, aunque se encarne o se efectúe en el cuerpo, porque lo hace sin confundirse con el estado de cosas en el que se realiza. No posee coordenadas espacio-temporales, sino solamente puntos de referencia intensivos. No posee energía sino solamente intensidades: "[...] el concepto se define por la inseparabilidad de un número finito de componentes heterogéneos recorridos por un punto en sobrevuelo, a velocidad infinita." (DELEUZE y GUATTARI, 1999: 26-27). Estas definiciones suenan bastante crípticas, pero creemos que corresponden a una propuesta bastante seria de lo que son los conceptos, dado que tanto Deleuze y Guattari, al escribir este libro de 'vejez filosófica', involucran un amplio ejercicio conceptual y de pensamiento realizado tanto de manera independiente como conjunta. De lo que se nos habla aquí no son de metáforas sobre el concepto sino de experiencias con el pensamiento y de ejercicios de filosofía en movimiento y de conceptualización de la filosofía en general que busca imposibilitar la 'captura' o un encasillamiento del filosofar mismo.
Siguiendo con la caracterización de los conceptos, cabe decir que la 'materia' de los conceptos es el lenguaje. De las frases o su equivalente: la filosofía extrae conceptos (que no deben ser confundidos con las ideas generales o abstractas, ya que un concepto, en su sentido más específico, es una palabra más su definición); la ciencia extrae prospectos (proposiciones que no deben ser confundidos con juicios) y el arte extrae perceptos y afectos (que no deben ser confundidos con percepciones o sentimientos, ya que los perceptos son paquetes de sensaciones que se relacionan entre sí y que se mantienen en aquel que las experimenta, y los afectos son devenires -relaciones de un cuerpo con otra cosa- que desbordan a aquellos que los experimentan y devienen otros). Esta situación corresponde al hecho de que se trata de tres actividades distintas con objetivos diferentes: un filósofo es alguien que crea conceptos; un científico es alguien que crea operadores y que hace operaciones con el fin de lograr resultados empíricos y concretos; un artista es alguien que crea imágenes visuales, sonoras o de otro tipo.
Los conceptos adquieren importancia por su relación con otros conceptos no por sí mismos, de ahí que la coherencia de los conceptos sea dada por la estrategia que liga a los diferentes conceptos entre sí. La estrategia última que sustenta a los conceptos de un determinado filósofo es su plano de consistencia o de inmanencia que constituye el suelo en el que se asientan los conceptos y que sería como la imagen de su pensamiento:
La historia de la filosofía es comparable al arte del retrato. No se trata de 'hacer el parecido', es decir, de repetir lo que el filósofo ha dicho, sino de producir el parecido extrayendo al mismo tiempo el plano de inmanencia que el instauró y los nuevos conceptos que él ha creado. (DELEUZE, 2003: 185-186).
No repetir ni volver a decir lo que dijo un filósofo, sino de decir lo que subyace en su filosofía: lo que el filósofo no dice pero que, sin embargo, está presente en lo que dijo.
Por Rodolfo Wenger C.
Referencias:
DELEUZE, Gilles. 1988 [1968]. Diferencia y repetición. Madrid: Jucar.
_______________ 1989 [1969]. Lógica del sentido [traducción de Miguel Morey]. Barcelona: Paidós.
_______________ 2003 [1990]. Pourparlers. París: Minuit.
DELEUZE, Gilles y GUATTARI, Félix. 1997 [1988]. Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia 2 [traducción de José Vásquez]. Valencia. Pre-Textos.
_______________ 1999 [1993]. ¿Qué es la filosofía? [traducción de Thomas Kauf]. Barcelona: Anagrama.