Según Carl Jung (1875-1961), los mitos son una expresión simbólica de algo más complejo y profundo que se encuentra tanto en el inconsciente individual como colectivo. Los mitos existen para darle significado a la experiencia del ser humano; en ellos se expresa de manera simbólica el devenir de la cultura.
"Los mitos son sueños públicos, los sueños son mitos privados.”, dijo el escritor y mitólogo Joseph Campbell (1904-1987), autor de: Las máscaras de Dios; Los mitos: su impacto en el mundo actual; Mitos, sueños y religión; El poder del mito, entre otros libros famosos sobre los mitos.
Todo lo que tenemos en común como individuos que viven en un conjunto social es revelado en los mitos a través de los símbolos y sus manifestaciones. Son metáforas de las potencialidades espirituales, porque los mismos poderes que animan nuestra vida animan la vida del mundo. A través de ellos, aprendemos las normas de nuestra cultura, obtenemos valiosas pistas sobre cómo navegar en nuestro camino por la vida, y, si estamos abiertos a ver, incluso nos permiten echar un vistazo a lo divino.
Al final de la obra de The Masks of God: Creative Mythology (Las máscaras de dios: mitología creativa), Campbell propone cuatro funciones de los mitos:
- La función metafísica: despertar un sentido de asombro ante el misterio del ser
- La función cosmológica: explicación de la forma del universo
- La función sociológica: validar y apoyar el orden social existente
- La función psicológica: guía del individuo a través de las etapas de la vida
Para Campbell, en toda sociedad, se necesita un mito que sirva de guía y esté acorde con las necesidades de determinado contexto social, y para que esto ocurra el mito como lo conocemos tiene que evolucionar. Por ello, hace mucho énfasis en la evolución del mito de acuerdo con el tiempo y el decurso de cada cultura. Los mitos no son dogmáticos e inmutables, sino que son más bien fluidos e interpretables. No existen en un vacío; al contrario, capturan el espíritu y las inquietudes del tiempo y lugar en donde han surgido.
La historia de la filosofía muestra el recorrido del pensamiento por alejarse del mito y alcanzar explicaciones racionales de la realidad. De igual manera lo ha hecho la ciencia, que además de explicaciones, busca aplicar el conocimiento de manera práctica a través de la técnica, con el propósito de solucionar los problemas del individuo y de la sociedad. Sin embargo, las sociedades actuales no han abandonado por completo a los mitos. Lo que sucede es que los viven y los construyen de otra manera formalmente distinta a las de las comunidades primitivas (a través del cine, la literatura y el cómic, por ejemplo).
La filosofía y la ciencia no escapan tampoco de las mitologías, pese a que proclaman su absoluta racionalidad.
La filosofía y la ciencia no escapan tampoco de las mitologías, pese a que proclaman su absoluta racionalidad.
Sin embargo, la oposición entre mito y logos no está en el origen de la palabra, porque tal como lo señala Gadamer:
La palabra mythos es una palabra griega. En el antiguo uso lingüístico homérico no quiere decir otra cosa que “discurso”, “proclamación”, “notificación”, “dar a conocer una noticia”. En el uso lingüístico nada indica que ese discurso llamado mythos fuese acaso particularmente poco fiable o que fuese mentira o pura invención, pero mucho menos que tuviese algo que ver con lo divino. Allí donde la mitología –en el significado tardío de la palabra- se convierte en tema expreso, en la Teogonía de Hesíodo, el poeta es elegido por las musas para realizar su obra, y éstas son plenamente conscientes de la ambigüedad de sus dones: “Sabemos contar muchas falsedades que se parecen a lo verdadero..., pero también lo verdadero” (Theog., 26). No obstante, la palabra “mito” no se encuentra en absoluto en este contexto. Sólo siglos después, en el curso de la Ilustración griega, el vocabulario épico de mythos y mythein cae en desuso y es suplantado por el campo semántico de logos y legein. Pero justamente con ello se establece el perfil que acuña el concepto de mito y resalta el mythos como un tipo particular de discurso frente al logos, frente al discurso explicativo y demostrativo. La palabra designa en tales circunstancias todo aquello que sólo puede ser narrado, las historias de los dioses y de los hijos de los dioses. (Hans-Georg GADAMER, “Mito y logos” (1981) en Mito y razón. Prólogo Joan-Carles Mèlich. Traducción José Francisco Zúniga García. Barcelona: Paidós, 1997, pp. 23-24).
Para Nietzsche el mito está del lado de los instintos, pero como relato posee un sentido ligado a una racionalidad estética, creativa, fabuladora que es sintomática de una existencia, de una voluntad de poder y vitalidad. La eficacia del mito se da a nivel del imaginario; en el mito el hombre restablece la armonía con la naturaleza.
En la contemporaneidad el mito funciona como una verdad privada donde se puede fabular sin restricciones mientras que a nivel colectivo se requiere tener la ‘licencia’ del creador o del artista (cineasta, escritor, dramaturgo, etc.) al menos que se ejerza el poder político, el de la publicidad, o el de los medios de comunicación que monopolizan de diversas maneras nuestro imaginario y nuestros deseos.
Esto deben tenerlo muy en cuenta los filósofos, y para ello deben intentar sacar la filosofía de las aulas; para acercarse a los mitos urbanos, a los distintos relatos que configuran una colectividad, escuchando lo doloroso, lo difícil, pero también lo maravilloso y aleccionador de los múltiples relatos que existen a nuestro alrededor. En resumen: “la filosofía también tiene que ser narrativa”.
Por: Rodolfo Wenger C.